De lo que aconteció a Lizanote en Sevilla o la promesa del Paraíso e la amenaza del Infierno [Jesús Lizano 2]

Fotografia de Josiah Lewis

Siempre es lo mismo:
amenaza del infierno
y promesa del paraíso.

Inconfundibles
y confundidos...

Y esto es lo que aconteció
a Jesús Lizano el bueno
en Sevilla, junto al río
que va a morir en la mar.
Porque siempre es lo mismo.

Pero qué fue en esta historia
el paraíso: el paraíso
fuiste tú, increíble vuelo
que ya en el mirar prometes
el placer infinito,
el sueño de los sueños,
la plenitud de los sentidos.

La claridad de tus ojos,
tú misma un faro divino,
prometiendo
llegar a dónde sólo
llegan los elegidos.

Fragilidad encendida,
cuerpo delicadísimo,
alma mejor que cuerpo,
prometiendo
gozos interminables
en los que al fin eres libre,
en donde todo es lo mismo.

Desde el primer momento
supe que enamorarse
de ti ha de ser pasar
al calor del frío
en un instante, a ser
del no ser cautivo.
Promesa de plenitud,
ay, cómo envidio
al que comparte contigo
-no sé por qué encantamiento-
el verdadero sueño,
en verdad, el único,
en mi soledad perdido.

Pero en cambio, ah, en cambio,
la amenaza del infierno
de otros ojos me vino,
una mirada infernal
para envenenar mis sueños,
que mil pedazos hizo
mi ilusión, aquella
por la que vivo.

Indeseable sombra
cruzada en mi camino
-penumbra de los caminos-,
tus ojos violentos,
tu voz convertida en látigo,
mensaje del dominio.
Nunca sean tus manos
dueñas de mi delirio
amoroso, nunca
tu cuerpo sea mi cuerpo
ni tu destino mi destino.

Allí estabas para hundir
toda esperanza en el vuelo,
veneno de los sentidos,
amenaza del infierno,
no el imaginario ¡el nuestro!

No pude ver tus dientes
pero sí tu maleficio:
por él quedé mordido.
Todos, al verte,
han de quedar mordidos.

Y tuve que llamarte,
aurora de los pradillos,
dulcinea si las hubo,
si Caballero ha habido,
para volver a soñar,
promesa del paraíso
(no el falso, el compartido...)
en tus encantos, ah, limpio
y libre manantial
de abrazos y de suspiros.

Dejadme de una vez
fantasmas corrompidos
soñar al menos que existe
el amor inaudito.

Promesa del paraíso,
amenaza del infierno:
siempre lo mismo.

Inconfundibles
y confundidos...
Jesús Lizano

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