El valor de la palavra
Fotografia de Lorenzo Castore |
El otro día me pagaron
por recitar media docena de poemas, algunos
contra el propio sistema bancario.
Es la primera vez que cobro por las miles de horas extra
sin contrato ni derecho a subsidio por desempleo que llevo
desde que me inscribí en el gremio de artesanos del vaho
en esta profesión de vendedores de melancolía
en la que tanto se padece la siniestralidad
–hay versos cojos, poemas que se estrellan contra el cielo–
en la que sufrimos la flexibilidad laboral más dura
–quién no ha tenido que escribir en el autobús, camino del alba–
en la que somos víctimas del acoso moral de uno mismo en el trabajo
–cuántos suicidios ejemplares de los que se tiene constancia.
Así que voy a practicar un poco el absentismo
antes de volver a emplear el tiempo
jugándome la vida
a cuatro euros el poema.
Juanjo Barral
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