Lectura

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Yo no hablo del sol, sino de la luna
que ilumina eternamente este poema
en donde una manada de niños corre perseguida por los lobos
y el verso entona un himno al pus
Oh, amor impuro! Amor de las sílabas y de las letras
que destruyen el mundo, que lo alivian
de ser cierto, de estar ahí para nada,
como un arroyo
que no refleja mi imagen,
espejo del vampiro
de aquel que, desde la página
va a chupar tu sangre, lector
y convertirla en lágrimas y en nada:
y a hacerte comulgar con el acero.
Leopoldo María Panero

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