En los labios de una puta

Fotografia de Helmut Newton



A los verdugos, decía Jean Paul Sartre,
es fácil reconocerlos: tienen cara de miedo.
A los funcionarios el reloj, pasadas las tres,
les chorrea por la muñeca como Blandi-blub.
El miedo, los funcionarios, los artistas:
el mismo material de construcción.

Nietzsche mató a Dios,
Lou Andreas Salomé, después del clímax,
acabó con Nietzsche y de paso con Rilke.
Fausto devoró a Goethe,
pero ahí siguen la Pepsi y la Cocacola.

Vivimos rodeados de ventanas:
hablamos con ciberfontaneros australianos
y nos comemos los huevos sin sal
porque no conocemos al vecino de enfrente.

A los artistas es fácil reconocerlos,
tienen cara de verdugo…
Cuantos más conozco
más entiendo a las putas:
al menos ellas no se dejan besar
en los labios; guardan ahí su “pan de higos”,
su salvación, su pureza de oficio antiguo.

En los labios de una puta duerme el Fuego,
descansa tu Dignidad.
Angel Petisme


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