Al olvido se va como se va a la muerte

Fotografia de Lukasz Wierzbowski

I
La palabra,
ebria de contención,
trepó hasta la punta de mi lengua:
Desde ahí se despeñó hacia el silencio

desgarrándolo


II
No encontrarás el camino de vuelta
Tus huellas se fundirán con el sendero
trazado por los que ya se fueron

Los alcanzarás
Abrevarás tu sed como ellos lo hicieron

Te inclinarás ante su orilla
y lo que soy se ahogará en el Leteo

Después de beber olvido
seguirás andando

Yo permaneceré aquí
Con este irresoluto juego de memoria disperso en la mesa

Repitiéndome
— mientras develo cada carta —
que siempre fue igual
que nunca vi a nadie volver de ahí
que al olvido se va
como se va a la muerte.


III
Si pudiéramos todos
encender la palabra
volverla fulgor
llamarada
abrasando nuestros nombre
 nuestros sinos
conquistaríamos juntos
esta tupida trama hecha de tiempo

rompiendo el porvenir y su espesura


IV
Andar por los bordes de esta hoja
sin apuntar el paso hacia su centro
Desarmada
Planeo la estrategia para mi avance:

Sitiar la palabra
Replegarla y cercarla
en ese espacio,
ahora supeditado al silencio

Tomo el lápiz
pero, como una espada,
ahuyenta el verbo posible
Sus flancos se dispersan
y vuelvo a andar por los bordes
masticando esta nueva derrota





V
Anúnciame
Espanta las sombras que ladran a mi paso
y los ojos curiosos que desde los resquicios
me ven andar a tientas
desandando

Alláname el camino
que tropiezo
porque no estaba escrito que volviera

(el polvo sacudido de mi cuerpo
se levanta de nuevo y se me pega)

Anticípame
Nada quiero dejarle a la sorpresa
Salí de mí huyendo de este grito
pero el grito me alcanzaba adonde fuera


VI
Cada día
una parte de mí se derrumba
como aquellas casas viejas
inhóspitas
que se desploman
de tanto contener ausencias

VII
Oí sus pasos
detenerse en la puerta
y lo supuse:

la muerte apuraba el vaso
del que nos bebe a grandes sorbos


VIII
Laxa, me tendí a su espera, arropada por los rincones. Cadenas de atávicos miedos me enlazan a estas escurridizas horas. Sigo esperando. Pero no llega, se demora, entra a otros cuartos, hiela otros cuerpos.
Amanece y comprendo que aquí, anoche, la muerte no tuvo nada que llevarse.







IX
Transcurrió el tiempo prudente
para cualquier visita de cortesía

Me despedí


Enfrente se despobló un espejo



X
No puedo amarte con todo mi corazón:
sus sístoles te anhelan,
sus diástoles te aborrecen.



XI
Un pez pequeño
Trémulo,
Estremece mi pecho.
Cuando quiero atraparlo
sortea mis dedos
y se evade en un río
que pretende seducirme
susurrando los secretos de Ofelia.



XII
Tú,
relato y correlato
de mi lengua.
Yo,
tu apologista.
En un principio fuiste carne
Y te hice verbo.



XIII
Cada tarde
repetimos este infame juego
convocados por la rutina

Tú entonas lamentos
mirándome con tristeza

Yo sacudo de mi vestido las horas
como quien
desesperadamente
intenta deshacerse de un enjambre de insectos.
América Martínez Ferrer



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